Por: Luis Eduardo Arellano A.

MUCHOS AFICIONADOS, SOBRE TODO JÓVENES NO ESTABAN ENTERADOS DE LO SIGUIENTE…

BOXEO DEL AYER CUANDO ARROJAR MONEDAS AL RING SIGNIFICABA EL RECONOCIMIENTO DEL PÚBLICO A LA ENTREGA DE LOS BOXEADORES.

En los años 70’s y mucho antes, en México, en la Coliseo y otras arenas, las peleas a 4 y 6 rounds entre noveles boxeadores, eran unos tremendos agarrones, una vorágine de golpes de ambos contendientes, no había round de estudio, es más ni un segundo siquiera… desde que sonaba la campana, salían a tirarse con todo, golpes de chile, de dulce, y de manteca, sin mucha ó nada de técnica, pero con un corazón enorme, una valentía a toda prueba, pero principalmente con unas ganas perras de agradar al público.

En esos años los boxeadores subían y peleaban para obtener el reconocimiento del respetable, sabían que si quedaban bien, las oportunidades empezaban a aparecer, sabían que se debían al aficionado, que gracias a ellos se encumbraba, ó también caso contrario, se acababan carreras. El público era exigente, por ello había gran calidad entre los boxeadores novatos, a muchos de los cuáles seguimos sus carreras y los vimos cómo evolucionaron hasta convertirse en campeones nacionales y posteriormente algunos de ellos, obtener campeonatos mundiales.

Ser campeón nacional en esa época no era cosa fácil, era un gran orgullo, significaba haber librado verdaderas y en ocasiones sangrientas guerras, venciendo a férreos boxeadores para lograr ese título, además de posicionarse cerca de una oportunidad por un título mundial. Nada me emocionaba más, que ver a los jovencitos después de entregarse por completos esos 4 rounds, desfallecientes. golpeados, en ocasiones heridos, caminando de rodillas felices recogiendo las monedas, billetes, relojes, etc, que les aventaba el público al final del combate, en reconocimiento a su entrega total, significaba que habían hecho algo más que boxear, que habían brindado un emocionante y espectacular combate, lleno de hombría y pundonor. «Qué tiempos señor Don Simón, donde todo era emoción, donde se entregaban todo, nadie andaba de llorón». Aquellos eran boxeadores, que no temían al dolor, que peleaban por orgullo, por la gloria y el honor.

No escogían a rivales, a menos que fuera el mejor y peleaban como gallos, por el puritito honor. 

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